martes, 17 de agosto de 2010

Mario Capasso "el escritor del silencio" Alejandro Manrique

Leer la literatura de Mario Capasso es fácil, hablar de ella con alguna pretensión abarcativa ya no es tan simple, y es que el hombre se las trae. Como hipótesis tentativa de trabajo trataremos de abordar la obra desde 3 diferentes niveles de profundidad: Superficie - Elementos formales - Lenguaje, (y que el diablo se apiade de nosotros).
Al mirar los libros de Capasso desde los aspectos más externos, encontramos una forma narrativa lineal de acceso amigable hasta para el lector más novel. La lectura se ve facilitada además por una dosificación generosa de humor, la ausencia de artilugios forzados (fracturas temporales, formatos circulares, alusiones a teorías o autores crípticos) y en general, su llaneza impresiona por lo despojado y ameno. En pocas palabras, Capasso no cae en el vicio de escribir "para escritores" sino más bien podríamos decir que su obra es "apta para todo público".
Ahora bien, cuando rasgamos la superficie para ingresar apenas en la estructura formal bajo la piel de letra llana, a poco andar comienza a evidenciarse una arquitectura rica y compleja.
Resulta particularmente destacable la "economía de guerra" con que Capasso administra el discurso, la mesura sin amarretismo, el balance entre lo dado y contado.
Tanto "El edificio" como "Piedras heridas" revelan una prolija construcción "piedra sobre piedra" conformando mecanismos narrativos en los que -como lectores- no sentimos que nada falte para hacernos una composición tempo-espacial completa, pero a su vez, el autor no se deja seducir por la tentación de grandes parrafadas ni extensas (y pesadas) descripciones. Sólo el mínimo indispensable para dotar de sentido a la narración confiriéndole liviandad, como un largo camino que recorreremos entretenidos y sin fatiga.
Si ponemos atención, se torna visiblemente operativo el sembradío de contribuyentes de clima que nos sumergen -tan imperceptible como inevitablemente- en el universo del texto.
Sin violencia, como llevados de la mano sin apuro, nos vemos inducidos a vivir "su" lluvia, su frío, sus percusiones sonoras, sus días de luz o sombra como si fueran nuestros, con la constancia y la serenidad de la gota de agua que horada la piedra. Hay allí un clima que nos pulsa, nos compele a involucrarnos aportando -con o sin nuestro consentimiento- nuestro cuerpo como interfase física del texto.
Con sólo estos dos pilares anteriores bastaría para instar la función participativa del lector, sin embargo Capasso agrega una intencionalidad visible en la suscitación de que "hay algo allí" que está escapándosenos, y ese es el punto en que la sospecha nos empuja a completar el cuadro con datos de nuestra experiencia personal, y asociar inevitablemente con metaforizaciones de la historia nacional, social, religiosa, etc. Punto sin retorno para el lector, ya estamos dentro de la obra coparticipando en la tarea autoral.
Podríamos llenar varias páginas dando cuenta de cada uno de los elementos formales utilizados en general con eficacia y cuidado, pero intentemos un abordaje apenas más profundo yéndonos a la "materia prima" pura: el idioma.
Particularmente en "El edificio" Capasso muestra genio trabajando lo indecible desde el silencio.
La 1ª frase de la novela dice textualmente: "El edificio en el que me ocupan en algo, consta al parecer de cinco pisos los lunes" inaugurando un modus operandi que ya no abandonará la obra hasta su mismo fin.
El truco consiste en que la frase está completa, formalmente íntegra, es directa y porta sentido suficiente para ser fácilmente inteligible, pero no es necesaria ninguna sesuda elucubración para percibir nítidamente que "dice" mucho más de lo que dice. Veamos.
Una lectura superficial de la oración nos informa que el personaje es ocupado por alguien/es, en algo, en un edificio que -al parecer- tiene 5 pisos los lunes, y eso es todo.
Allí termina el cúmulo de datos, sin embargo una vez leída resulta inevitable comenzar a preguntarse por esos "alguien/es", ese "algo" en que lo ocupan, cuántos pisos tendrá los días que no son lunes, y cuál será la razón para este fenómeno. En otras palabras, sin darnos cuenta hemos leído lo ilegible: el silencio.
Muy pocas palabras alcanzan para introducirnos en un arduo trabajo idiomático que se verá sostenido de cabo a rabo de la obra.
Allí es donde se evidencia el manejo del genio capassiano, en ese profundo trabajo sobre el lenguaje volviéndolo contra sí mismo, explotando sus deficiencias como recurso, apuntando allí donde el idioma no tiene respuestas para obligar al lector a buscarlas por sí mismo al mejor estilo de la propuesta de Eco en "Opera aperta".
Naturalmente no acaban aquí las observaciones destacables que podrían hacerse sobre estas obras, pero no se trata de demostrar cuánto sabemos sino apenas de puntuar algunos recursos que impresionan por su fluidez y funcionalidad en el conjunto. Lo demás queda a cargo del lector que -estoy seguro- lejos de verse defraudado en sus expectativas encontrará mucho más de lo que podamos señalarle en esta breve aproximación. Habida cuenta además de que la crítica es, fue, y será una actividad parásita encabalgada sobre el lomo de la obra, al fin lo único que cuenta.
Como opinión de lector: El Edificio es -junto a "Misión en el Estuario", de Pablo Vecino- una de las dos novelas argentinas más logradas de la última década.

http://www.autoresdeargentina.com/contenidos/criticascapasso2.aspx






1 comentario:

  1. Te felicito Mario, hermosa crítica. Pasaré con tiempo a leerte como te mereces. Un beso y es lindo muy lindo cuando alguien que escribe como vos tiene un reconocimiento.
    Muy buen domingo!!!! besos pibe!!

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