lunes, 7 de febrero de 2011

Jorge Luis Borges: El libro infinito

En una de las conferencias del año 1978 en la Universidad de Belgrano, Jorge Luis Borges, hablando sobre el libro, señala:

“Un libro tiene que ir más allá de la intención de su autor. La intención del autor es una pobre cosa humana, falible, pero en el libro tiene que haber más”.

Borges coloca entonces al libro en el lugar del asombro metafísico.

La narrativa de Borges despierta justamente un asombro permanente por la elección de las palabras para transmitir los temas que el autor considera como fundamentales y a los que vuelve una y otra vez, ya sea a través de sus poemas, cuentos o ensayos. Cada palabra en los textos de Borges parece ser la precisa, la única e imprescindible para tratar esos temas y dejarnos un sabor agridulce al hacernos comprender que cada una de esas palabras abren, a su vez, una serie de caminos posibles que se bifurcan a cada paso.

En este trabajo se esbozarán algunos de los temas borgeanos y los elementos de los que se sirvió el autor para darnos a conocer su filosofía personal y su vasto mundo interior para resultar en una obra que hoy es reconocida y estudiada en el mundo entero por los más diversos especialistas y que está llegando, así parece, al corazón y al intelecto de los argentinos a doce años de la muerte física en Ginebra. La idea es que este modesto análisis sirva de guía introductoria a los que quieran incursionar en el universo borgeano, con todo lo que contiene de maravilloso y fantástico pero también de verdad reveladora aunque en constante evolución.

Además, se tratará de mostrar en pocas líneas y con las limitaciones del caso, que los elementos y los temas de Borges tienden a cerrar en la idea de que hay un solo y único libro universal que se escribe desde siempre y para siempre.

Borges parte de la premisa de que la realidad es un caos. Por eso elige el cuento como género narrativo excluyente, ya que este género, como ningún otro, requiere la coexistencia de un orden y una trama perfectos, carente de detalles innecesarios. La ausencia de rasgos locales y la imprecisión en el tiempo son características de sus cuentos así como una sutil e inconfundible estilización de las distintas voces narrativas de las que se vale el autor. La estructura en abismo parece encerrar un cuento dentro de otro, como un juego de cajas chinas. Podemos decir que son cuentos al infinito.

Los relatos poseen una característica de laberinto y circularidad donde una pequeña cuota de azar influye en lo ya determinado, en lo fatal del orden establecido por un caos en el origen y en el destino de los seres y las cosas. Digamos de paso que las cosas tienen vida en el universo borgeano, ejemplo de ello es el puñal que aparece en varios de sus cuentos de orilleros; en contra de la mentalidad usual que coloca el poder en la empuñadura, Borges lo traslada a la hoja que así se adueña del destino de los hombres.

Cada elemento es reflejo de uno anterior y se refleja a su vez en otro. Así infinitamente en un juego de espejos donde el soñador y lo soñado se confunden. El relato “Las ruinas circulares” es paradigmático ejemplo de esto.

La perplejidad se instala de inmediato en el lector que saborea la duda de enfrentarse a personajes reales o entes de ficción. Esta duda primera se bifurca luego en otras, tal vez las más importantes y cruciales a los que cualquier ser humano se enfrenta:

1- ¿Quién es el otro?
2- ¿Quién soy yo?

Resumiendo, valiéndose de lo cíclico y circular; tomando como elementos los espejos y lo interminable de los reflejos que en ellos tienen lugar; los laberintos; la metatextualidad; la interacción del soñador y lo soñado; el paralelismo y la simetría de los hechos y lo insustancial del mundo se desencadena en la visión filosófico-poética del autor que propone a la vida como un juego de ajedrez en el que todo parece estar predeterminado salvo una pequeña cuota de azar que hace que en la trama del mundo hasta los acontecimientos más terribles alcancen un sentido. El idealismo absoluto recorre los textos de Borges. “Más bien que escribir, Borges indica un relato: no sólo aquel que él podría escribir, sino aquel que otros podrían haber escrito”. (Pierre Macherey, Borges y el relato ficticio). Es que Borges es un gran lector que, tamizadas por su genio, nos devuelve las lecturas que ha tenido.

Los temas fundamentales en Borges son:

El caos y el cosmos.
El infinito.
El destino.
El tiempo.

Borges aborda estos temas con los elementos mencionados, siempre. Lo hace en lo que podríamos denominar las tres vertientes fundamentales de su narrativa: lo fantástico, lo policial, lo orillero.

Con las diversas formas de intertextualidad utilizadas, ya se trate de la inserción en la trama de citas verdaderas o falsas o la remisión a libros imaginarios o reales, Borges nos da en varios de sus relatos la impresión de contarnos un cuento donde nos señala a su vez cómo se escribe un cuento. La intertextualidad en Borges sirve además para justificar un relato y hacernos ver que la historia de la literatura universal no avanza en forma cronológica o lineal sino que se repliega sobre sí misma y se convierte en un tejido donde los precursores se convierten en discípulos. El plagio se transforma en re-escritura adaptada a un nuevo contexto histórico y social. Así el lector o receptor productivo transforma la obra en otra de su autoría, indefinidamente, ya que se destruye el mito de la propiedad exclusiva de un texto. Priva en Borges la invención, la imaginación, el sueño creador del escritor entendido esencialmente como lector. Ejemplo de ello es la biblioteca infinita de Tlon en donde todo es anónimo, en donde los personajes se leen a sí mismos y nosotros, lectores, somos también personajes porque alguien nos lee. Lo real es cuestionado. En conclusión: no hay autor ni texto original. Se establece una ley de recurrencia infinita.

Maurice Jean Lefebve, en su ensayo “Quién escribió a Borges”, señala:

“Al condensar en una delgada superficie de textos una multiplicidad infinita de hechos, sugestiones y sentidos, al continuar las enumeraciones con gusto de eternidad, al hacer también (como los espejos que se miran) que cada relato sea capaz de producir su propio reflejo, el autor abre la mente a un vértigo y a una magia problemática e inexpugnable que es propiamente lo que se llama literatura”.

En el relato “Borges y yo”, el autor postula la existencia de dos Borges, el “real” y el “literario” y en el final nos angustia al declarar no saber cuál de los dos escribe esa página. Asimismo, nosotros, los lectores de Borges, no somos los mismos cada vez que lo leemos.

Los cuentos de Borges parecen largos y por el contrario, en general, son breves. Es que se emparentan con el sueño de los que solemos recordar una parte a pesar de que intuimos que en realidad hay mucho más que se nos escapa de la memoria. Percibimos que detrás de lo dicho hay una inmensidad que se esconde y que amenaza colarse por los intersticios que cada lector pueda a su vez dejar filtrar en ese juego constante y superador.

En la misma conferencia que citábamos al principio nos dice Borges: “Cada vez que leemos un libro, el libro ha cambiado, la connotación de las palabras es otra. Además, los libros están cargados de pasado”. Esto nos parece una definición inquietante y movilizadora. Reescribiendo a Heráclito, a quien Borges solía citar, podemos decir: “Nadie lee dos veces el mismo libro”.

“Que otros se jacten de las páginas que escribieron; yo estoy orgulloso de las que he leído”, declara Borges en una sentencia magistral. Hemos visto o leído muchos reportajes en los cuales Borges nos deja, con su ironía y fino humor, la pelota picando, como se suele decir. Así, en sus ficciones, sucede de la misma manera.

El lector, el silencioso pero inquieto y activo lector, tiene para sí la última palabra. Esto ocurre en general con gran parte de la narrativa actual. Sin embargo en Borges la cuestión es central por la particularidad de su intensidad, de la exageración, por la excesiva utilización de los atributos habituales de la literatura y del lugar que ocupan en lo profundo del texto.

Al principio la literatura borgeana puede parecer un alarde de erudición, una cosa incomprensible para el no iniciado; luego, abandonando el individualismo que cada lector lleva consigo, se vislumbra un cosmos pleno de magia, tal cual sucede con los sueños donde a pesar de que parecen confusos son a la vez perfectos en su libertad y nos trasladan a una dimensión más allá del tiempo y del espacio.

Los cuentos de Jorge Luis Borges quedan flotando en la mente y el corazón del lector para que los llene de sentido, los nutra con sus vivencias anteriores, con su sensibilidad e imaginación, pero partiendo de un todo (la trama perfecta) y retornando, luego de seguir las reglas del juego, a mantenerlo siempre igual a sí mismo para los lectores de los tiempos futuros que a su vez volverán a participar de la alegría asombrosa de seguir escribiendo (soñando) el libro infinito.

Bibliografía consultada.

BORGES Y LOS ESPEJOS FUGITIVOS. BORGES Y PIGLIA, LECTORES DE LA DISPERSIÓN. Sergio Gustavo Colautti.

J.L. BORGES. Autores varios.

REALIDAD Y FANTASMAS EN EL RELATO BORGEANO. Elsa Repetto.