martes, 28 de septiembre de 2010

un sol al sur

porque hay un sur que no se consigue así nomás, a la vuelta de la esquina, como quien dice, hay que amasarlo mucho y ganárselo poco, ¿sabés?, pero ni siquiera es para uno, en esto no te confundas, hay que darle una mano porque está hecho del barro de los lugares que amamos, es el sur real del barro verdadero, en el que chapoteamos desde el primer rebote de la pelota de goma o el vestidito de la muñeca de plástico, sin otra fortuna ni falta que hace, y la salida es una cloaca, ¿sabés?, y en cambio existe un sol para el que quedarse, pero el sol del que te hablo no vino a brillar, más bien se nos viene encima, cada día, en todas las horas, y es bueno, muy bueno tener un papel y un lápiz y saber dibujarlo, así, como vos me estabas diciendo recién, antes que yo te interrumpiera por esta especie de falla del corazón que me saltó de golpe, y como me lo vas a decir ahora, mientras escuchamos la música, amor,

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Mario Capasso lee en "La subasta"

Mario Capasso anticipa un fragmento de su próxima novela a publicar en "La Subasta" Café Literario coordinado por Norma Padra el 18-09-10

viernes, 17 de septiembre de 2010

Piedritas

Creo que a veces una piedra, una piedrita cualquiera, puede encerrar un secreto terrible, cuya revelación se producirá tan sólo en caso de patearla sin darnos cuenta y si uno sigue caminando como si nada hubiera pasado. Por eso ando así por las calles, sin mirar para abajo, con la sensación de haber perdido, quizás en la esquina recién cruzada, la última oportunidad de descubrir y conocer la verdad que me estaba destinada y que quedó atrapada allí, en el interior de una piedrita cualquiera.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

"Piedras heridas" (contratapa) Sergio Gustavo Colautti

El universo capassiano: un sitio en el que conviven algunos personajes comunes con otros desmesurados, algunos invisibles con otros imperceptibles en la ciudad laberíntica. Un territorio en el que transcurren las vicisitudes del absurdo pero ocultas en el simulacro de la costumbre, el tedio y la resignación. Un aspecto, sin embargo distingue este universo y lo instala en una tradición (Arlt, Cortázar, Moyano, Aira, Hernández...): la tristeza metafísica de sus personajes, la aspiración -o desesperación- por una realidad distinta e inalcanzable, incomprensible además, que todos y cada uno de sus hombres arrastran con muecas de dolor, de espanto y, a veces, con el atajo de la risa o la ironía, que deconstruyen "los edificios" que parecían tan inquebrantables hasta convertirlos en una escritura de los escombros.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Fotocopia

Cuando a Vicente ya le dolían las dos piernas, escuchó la voz del hombre apostado del otro lado de la ventanilla. La pregunta lo sorprendió y apesadumbrado contestó que no, que no tenía una fotocopia, que cuando él preguntó no le habían dicho nada al respecto, que entonces dónde se podía sacar una. Y luego, que por favor lo esperara, que volvería pronto, que hágame la gauchada de no cerrar, que la cola había sido larga, muy larga, ¿sabe?.
Vicente salió del edificio y dobló hacia la derecha, así le habían indicado, saliendo a la derecha, ahí nomás. Sí, tal como le había dicho el hombre, allí estaban ubicados los dos locales tan iguales que anunciaban el mismo servicio. Eligió uno y entró. No había clientes a la vista, tan sólo los dos empleados detrás del mostrador. Los miró y llegó rapidamente a la conclusión: sin dudas acá trabajan bien. Los empleados no se movieron durante un buen rato, parecían estudiarlo, medirlo, pesarlo.
- Por favor, quédese quieto un momento. Sí, así está bien - dijo finalmente uno.
Hubo una luz entonces, y un ruido.
- Listo, ya pueden irse -dijo el otro, observándolos con satisfacción.