lunes, 9 de agosto de 2010

Al séptimo día

Mi mundo está acabado, dijo. Enseguida pensó, con un dejo de satisfacción, que por única vez en su vida, la siesta de los domingos estaría justificada. Así que se acostó nomás. Pero no logró conciliar el sueño. Abandonó la cama. Se asomó a una de las ventanas y vio lo que había hecho. Entonces abrió bien grandes los ojos y así continúa, con los ojos abiertos, inmóvil, en silencio.

1 comentario:

  1. Cuando lo leí por primera vez me impactó y volví a leerlo. Estar todo el tiempo inmóvil, en silencio y con los ojos abiertos debe ser la peor de las torturas.... tal vez mejor es soñar con un mundo cualquiera aunque sea sólo un sueño.
    Excelente Mario!

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