Martín se había despertado temprano, contento, feliz esa
mañana de diciembre. Y claro, cómo no iba a madrugar, si era el primer día de
sus vacaciones y encima su mamá le había prometido, como premio a tanto
esfuerzo y estudio y las mejores notas, dejarlo ir a jugar a la plaza de ahí en
la otra cuadra de su casa. Pero, ay, la felicidad no le duró mucho, apenas
hasta escuchar el primer trueno y los que le siguieron casi enseguida y así
darse cuenta de la lluvia que caía y hacía un ruido bárbaro en el patio. De
todas maneras, se levantó y fue corriendo hasta la cocina. Su mamá tomaba mate cuando
Martín le preguntó si igual podía ir a jugar a la plaza, se pondría las botas y
tendría cuidado de no resbalarse y listo. No Martín, escuchó, si más tarde para
de llover te dejo ir, pero ahora no, llueve mucho, sabés. Martín se marchó
nomás a su habitación, no sin antes pedirle a su madre que le avisara si paraba
la lluvia, porque a lo mejor él se dormía de nuevo. Un trueno sonó muy fuerte
entonces, el trueno más fuerte de todos.
Ya en su cuarto, Martín se asomó a la ventana y vio unas
nubes tan oscuras tan oscuras que le dio un poco de miedo y un poco de bronca.
Entonces se puso a dibujar, todos decían que dibujaba bien, muy bien. Primero
hizo unos árboles y unas plantas y unas flores, luego un tobogán, y a un lado
las hamacas. Cuando se dio cuenta resultó que había dibujado la plaza de ahí en
la otra cuadra de su casa. La pintó toda y quedó conforme, contento, otra vez
feliz. Se lo iba a mostrar a su mamá y a lo mejor con eso la convencía para que
igual lo dejara ir a jugar. Pero enseguida se dio cuenta de que algo le faltaba
al dibujo, ¿qué cosa le faltaba? El sol, claro, cómo no se había dado cuenta,
le faltaba el sol arriba, y entonces rápido rápido se puso a dibujar un sol amarillo
y le salieron sin querer unas nubes grandes y oscuras, muchas nubes así como
las de la tormenta en la ventana, y dibujó luego las muchas gotas de lluvia que
caían sobre el único habitante de la plaza, un pibe que le salió muy parecido a
él, y claro, si era él, cómo no le iba a salir muy parecido. Una lástima la
lluvia en la plaza de la otra cuadra, pensó Martín, y una lástima también
comprender que ya no le podrá mostrar el dibujo a su mamá, ni a su mamá ni a
nadie se lo podrá mostrar, con el papel así, todo mojado.
Muy bueno Mario, pudo haber sido cierto aunque salio de tu imaginacion, asi lo creaste pero veo a Martin alli
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